J.J. Benítez e Jules Verne

Siempre lo dije. Una de las posibles claves del éxito de mis libros se asienta en la verosimilitud de cuanto escribo. Todo ha sido escrupulosamente verificado de la mano de la ciencia. Ello explica la confianza y, en ocasiones, la extrema e ingenua credulidad de los lectores, que no atinan a distinguir la realidad de la ficción. Y dime, viejo tramposo, ¿puede darse algo más hermoso y romántico?

La gente sueña despierta, olvidando, aunque sólo sea momentánea y temporalmente, sus más inmediatas y prosaicas realidades. ¡Viva Verne, sí, señor! En 1865, a raíz de la publicación en el Journal des Débats de mi novela De la Tierra a la Luna, sucedió algo prodigioso y tierno. Conforme iban apareciendo los capítulos del libro, los ciudadanos fueron volcándose en la acción y en la trama, compartiendo las venturas y desventuras del héroe: Ardan. ¡Cientos de lectores escribieron al periódico solicitando una plaza en el obús que debía viajar a la Luna! ¿Hay algo más sublime? ¡Y para qué vamos a hablar de La vuelta al mundo en ochenta días! ¿Julio Verne un "iluminado"? ¿Cómo pudo prever este loco semejante audacia? Los lectores me preguntan y se hacen cruces, perplejos ante mi "profecía". La verdad, como casi siempre, es mucho más elemental y terrestre. La idea surgió merced a mi pasión por los periódicos. Un buen día leí una noticia que me entusiasmó: ya era posible dar la vuelta al mundo en menos de tres meses. El artículo incluso me proporcionó el itinerario… Fueron suficientes algunos ligeros "retoques" y del anuncio turístico de la agencia Cook brotó una novela.

¿Yo un "iluminado"? No… Yo, Julio Verne, sólo soy un incomprendido, un árbol muerto, un viejo oso acosado por la diabetes, amenazado de ceguera, cojo y definitivamente solo. El 27 de agosto del pasado año, mi querido hermano Paul también me dejaba… Jamás imaginé que le sobreviviría. ¡Ah, Paul, cómo te añoro! Tú fuiste mi consejero, mi guía y mi confidente. ¿En quién descansaré ahora? Tu muerte anuncia la mía. 1897 suma "7"… ¿Serán ésos los años que me restan para emprender contigo y con Anne la última y azul singladura de los cielos? ¿Será 1905 el año de mi desaparición? Estoy listo. Mi equipaje cabe en mi corazón. Fui un hombre que amó… tardíamente. Quizá eso me salve…

Pero partiré de este mundo con una íntima tristeza. Sólo tú, Paul, y Anne lo sabíais. Ahora no hay tiempo para rectificar… Salgo de la vida con decenas de novelas, sí… Muchas de ellas — dicen — admirables… Pero en la obra de Verne falta "alguien" y "algo"… Dos palabras son suficientes para resumir el lamentable "vacío" de estos treinta y cinco años de trabajo:

JESÚS DE NAZARET Y AMOR.

A pesar de mi admiración por Él, no he sido valiente. Mi secreto sueño — escribir sobre el Hijo del Hombre — queda pendiente…

En cuanto al AMOR, sí, con mayúsculas, mi obra queda igualmente vacía.

Y a la sombra de ambas frustraciones, otros pequeños-grandes sueños incumplidos me escoltarán hasta la tumba, la que Roze tiene preparada para mí:

REESCRIBIR LA HISTORIA… ¿Y por qué no?

ESTUDIAR ESAS MISTERIOSAS "LUCES" QUE, DICEN LOS PERIÓDICOS NORTEAMERICANOS, HAN EMPEZADO A SURCAR LOS CIELOS DESDE 1897.

ABRIR LA CONCIENCIA DE LA HUMANIDAD CON LA ESPADA MÁGICA DEL ESOTERISMO, YA APUNTADO SUBTERRÁNEAMENTE EN MIS LIBROS…

Pero muero optimista. De igual forma que yo, Julio Verne, continué la truncada labor de Alan Poe, otro hombre, más audaz y resuelto que yo en el dominio de las cosas aparentemente imposibles, nacerá un día, no muy lejano, y llevará a buen fin lo que este viejo oso, culo de plomo, ha dejado inconcluso…

Y ese hombre seré yo, Julio Verne, de acuerdo con lo que me ha sido revelado. He aquí la revelación, que nace de mi propio epitafio:

VERS L’IMMORTALITÉ ET L’ETERNELLE JEUNESSE

(HACIA LA INMORTALIDAD Y LA ETERNA JUVENTUD)

Mandé construir mi tumba, bajo el espíritu de este epitafio.

En su eslabón está el camino que conduce a la inmortalidad, a través del secreto de la eterna juventud.

Mi nombre envuelve el camino.

Por él fui y, por él, he de volver.

El número de los días que excederán a los millares de los días de mi vida, será el de las centenas de los días de mi muerte.

El número de los días que excederán al de las centenas de los días de mi muerte, será el de los millares de los días de mi vida.

El número de los días de mi vida y el número de los días de mi muerte tendrán, como veréis, el mismo número secreto.

Por mis obras me conocéis, y

por mis obras me reconoceréis.

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Yo, Julio Verne, de Juan José Benítez.

O trecho acima seria um excerto do diário perdido de Jules Verne – na verdade, uma biografia do autor francês escrita por Benítez na primeira pessoa. Nele, “Verne” anuncia a vinda de um “outro homem”, um outro escritor que faria o que ele deixou de fazer. E acrescenta: “E esse homem serei eu, Júlio Verne, de acordo com o que me foi revelado”. Quem aí tiver saco para fazer todos os cálculos numerológicos citados perceberá que Benítez – autor de vários livros sobre OVNIs e da série Operação Cavalo de Tróia (que trata da vida de Jesus tal como a retrata o Livro de Urântia) – perceberá que Benítez está tentando nos dizer que ele e Jules Verne são a mesma pessoa.

Ah, esses escritores…