palavras aos homens e mulheres da Madrugada

Categoria: Literatura Page 35 of 37

Pague o escritor! (Pay the Writer!)

¿Sabe quando todos querem que você trabalhe de graça? ¿Sabe quando todos os envolvidos em um projeto irão receber dinheiro, mas você só irá desfrutar de “divulgação gratuita”? Pois é…

(Via jpcuenca e AlexCastroLLL.)

Obs.: Como este flash insiste em iniciar o vídeo por si mesmo, vou retirá-lo da página inicial do blog. Para vê-lo, clique no link abaixo.

O realismo histérico de Pynchon, DeLillo e Rushdie

Em entrevista ao Letras Libres, o crítico britânico James Wood comenta (entre outras coisas) a mania que escritores como Don DeLillo e Thomas Pynchon têm de inserir “historietas” e uma intragável avalanche de informações em seus aborrecidos romances de 500 páginas.

jameswoods

Letras Libres: Esto nos lleva a la noción de “realismo histérico”, que introdujiste en un famoso artículo.

Este es otro terreno en el que creo que he sido malinterpretado. Parte de lo que no me gusta del realismo histérico es precisamente el realismo. En otras palabras, lo que no me gusta de algunos de esos libros –y, de nuevo, pienso cuán grandes son: Submundo de DeLillo, o las novelas de David Foster Wallace, o Against the Day de Pynchon– es que los veo parcialmente dentro de la tradición del realismo estadounidense, en la cual el escritor piensa: “Debo sumergirme en la realidad norteamericana, debo poner en la novela cuanta información pueda sobre la realidad actual o la historia norteamericana.” De ahí el tamaño de las novelas, pero también de ahí su saturación con información, con videófonos semióticos o lo que sea. Lo que no me gusta de estos escritores es que de algún modo parecen haber renunciado al desafío de la forma, que es lo que Henry James decía en uno de sus prefacios: las relaciones humanas no se detienen en punto alguno y el exquisito problema del arte es trazar un círculo dentro del cual parezca que sí. Eso es la forma, ¿no?

Esta es una condición particularmente estadounidense, y quizá se remonta a Whitman, que decía que Estados Unidos era el poema más grande. Si uno dice que Estados Unidos es el poema más grande, lógicamente está diciendo que el poema o la novela tiene que ser tan grande como Estados Unidos. De ahí la continua obsesión con la gran novela norteamericana. Y tan pronto se dice la “gran novela norteamericana” uno comprende que no puede ser de sólo cien páginas. Este es, entonces, un problema del realismo. Sea como sea el modo en que lo esboces, aunque luzcas posmoderno porque estás jugando con el lenguaje y haciendo cien cosas diferentes, sigues siendo realista. Este es un modo de fastidiar a los escritores y críticos estadounidenses: decir “¿Qué es lo nuevo y radical en Submundo de DeLillo?” Se parece a Casa desolada de Dickens. Es un escritor tratando de conectar a la sociedad en diferentes niveles, justo como un escritor victoriano lo hacía con Londres o Balzac con París; está tratando de meter mucha información, mucha historia, y usar un gran lienzo para hacerlo; tampoco hay nada de malo en ello. Así que la mitad del ataque contra el realismo histérico es un ataque contra el realismo: no se dan cuenta de que son realistas. La otra mitad es contra el aspecto histérico, que no es un costado realista; es esa especie de cosa loca, funky, a lo Rushdie. Viene un poco del realismo mágico, pero también del interés de los escritores contemporáneos por las historietas. Si uno considera a los escritores norteamericanos de mi edad –como Michael Chabon, por ejemplo–, uno encuentra que lo que realmente les gustaba cuando niños o adolescentes no eran los libros sino las historietas: Marvel Comics, Superman, etcétera. Y creo que eso se puede ver en su trabajo. Y si a eso se agrega una dosis masiva de televisión y de películas, uno entiende por qué se fugan de la novela. Al menos desde mi idea de la narración.

Letras Libres: Mencionaste a Rushdie: no todos son norteamericanos.

Es verdad, no es un fenómeno meramente estadounidense, y lo he definido en mis ensayos como una exageración en la cantidad de historia, de trama. Ahora bien: vi a Zadie Smith hace un par de semanas en Nueva York y hablamos un poco acerca de todo esto. Me sorprendió –bueno, en cierto modo no me sorprendió– descubrir que ella está totalmente cooptada por la neuroestética. Ha estado leyendo cosas acerca del cerebro, la conciencia y demás. Discutimos sobre esto. Ella me dijo: “Esto va a ser una revolución”, y yo le dije: “Ya ha sido una revolución.” Me contestó: “No, va a significar una revolución en los estudios de literatura de la misma manera en que lo fue Freud. Lo que haremos es convertir la pregunta ‘¿qué es el yo (the self)?’ en algo tan obsoleto y anacrónico como la pregunta del siglo XIX sobre qué es la vida, porque la ciencia revela que se trata sólo de un sistema de procesos.” Y yo le dije: “¿Y qué? Eso lo sabemos, lo hemos sabido por un largo tiempo. La neurociencia es esencialmente biología, y el último siglo nos ha mostrado mucho de nuestra biología: nuestros impulsos, nuestros motivos y demás. Freud, después de todo, se pensaba como un científico, un biólogo de la mente, y no destruyó el yo, no destruyó ninguna de las preguntas, no alteró el hecho de que nuestros padres mueren y de que nosotros moriremos.” Yo no veo ningún desafío allí, pero ella es diez años menor que yo y, curioso en un novelista, tiene urgencia por deshacerse de la complejidad del yo, y eso se puede ver en sus novelas.

Letras Libres: En How Fiction Works planteas que se trata de un problema técnico: como es difícil seguir creando personajes, surge esta manera de escribir. Pero ¿es sólo un problema técnico? Algunos hablan de crisis cultural, de crisis de los grandes relatos.

No es sólo un problema técnico. Tiene que ver con una suerte de relación moral y metafísica con el yo. El problema es que si dices esto, a mucha gente le parece que estás tratando de aferrarte a las grandes narrativas. Y yo puedo aceptar que han recibido una golpiza, pero ¿qué más podemos hacer? Estados Unidos es un poco diferente a otros países. Los escritores aquí tienden a no tener un sentido histórico tan profundo como en otros sitios, donde una buena cantidad de escepticismo teórico no es incompatible con la seriedad metafísica.

(Veja a entrevista completa.)

Orson Welles: É um sonho

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Do Orson Welles:

“Um filme não é nunca um relatório sobre a vida. Um filme é um sonho. Um sonho pode ser vulgar, trivial e informe; é talvez um pesadelo. Mas um sonho não é nunca uma mentira.”

A boa literatura também é um sonho. Necessitamos de ambos. Porque todos, um dia, iremos acordar. (Sim, alguns não terão uma boa surpresa…)

Nossa peça no Festival Internacional de Teatro de Brasília

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A adaptação que fiz a quatro mãos com a Miriam Virna do livro Admirável Mundo Novo, de Aldous Huxley — a peça Admirável e Só para Selvagens — foi selecionada para o Cena Contemporânea – Festival Internacional de Teatro de Brasília. Estará em cartaz nos dias 8 e 9 de Setembro, às 19 horas, no Teatro Goldoni, Casa D’ Itália (208/209 Sul).

Do site do evento:

Os números do festival em 2009 impressionam: 12 dias, 24 espetáculos, 12 teatros, três grandes shows, 300 artistas. Nesta décima edição, o festival encara sua mais intensa programação. Tendo a França como país especialmente convidado, o CENA apresentará espetáculos dos Estados Unidos, Canadá, Uruguai, Argentina, Espanha, Israel e, é claro, França, trabalhos de algumas grandes companhias nacionais (das cidades do Rio de Janeiro, São Paulo, Recife, Belo Horizonte, Campinas, São José do Rio Preto e Brasília) e shows com artistas prestigiados na cena pop mundial, como Angélique Kidjo e Richard Galliano, que fará com o brasiliense Hamilton de Hollanda um show que já se anuncia histórico.

Contamos com a presença de todos. Sei que sou suspeito, mas devo dizer que nossa peça é ótima. 🙂

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Leia o release da peça aqui.

A peça no site do Cena Contemporânea.

Credo de Dom Quixote

Salvador Dali - Don Quijote (1971)

Do livro “Páginas várias”, de Mário Ferreira dos Santos, Editora Logos, Junho de 1960:

“Creio na sabedoria divina criadora do cosmos; creio no cavalheirismo dos libertadores de bons prisioneiros; creio no amparo aos perseguidos, e aos necessitados, ávidos de justiça e de liberdade.

“Creio no orgulho ante os poderosos; na justiça ante os maus; na magnanimidade ante os bons e os mansos, na delicadeza ante as mulheres e as crianças.

“Creio na Coragem; no domínio dos desejos e no Amor Eterno.

“Creio na vida e na morte; amo as sombras dos bosques e a luz plena do meio-dia.

“Creio na Cavalaria Andante, realização suprema do homem bom e viril.

“Creio que há sempre um ideal a conquistar; feiticeiros que combater, duendes que enfrentar e monstros que destruir.

“Creio na necessidade do mal para maior glória do Bem.

“Creio na noite para maior glória do Sol, e no Sol para maior glória da Lua, inseparáveis amigos e confidentes dos campeadores do ideal.”

Escrevo livros impossíveis

António Lobo Antunes

Trecho da entrevista de António Lobo Antunes à revista Época.

ÉPOCA – Como o senhor define sua obra?

Lobo Antunes – Não entrei na literatura para ser um escritor qualquer. Quero ser maior que Tolstói e Joyce – e acho que todo escritor tem de pensar assim, senão ele não produz nada. Ele tem de pensar em coisas grandes. Comecei a escrever porque queria revolucionar o romance, subverter a literatura, transformá-la em algo que ainda não existia, ofuscar os antepassados. Quero colocar tudo num livro, o mundo inteiro, minha vida inteira. Quero praticar a obra de arte total que imaginava Richard Wagner. Escrevo livros impossíveis. Se me ocorre uma história que me sinto incapaz de formular, é aí que começo um livro. Quero escrever sobre o que não entendo. É assim que vou contornando os problemas, e chamam isso de estilo experimental. Na verdade, é uma atitude de enfrentamento. E de liberdade. É por isso que não creio na profundidade. O que existem são infinitas superfícies superpostas. Quando você se aprofunda demais em um assunto, acaba saindo pelo outro lado, de mãos abanando. Escrever é um ato impossível, porque tudo o que interessa vem antes das palavras, como as intenções, os desejos, a loucura. Os poetas são maiores porque conseguem transferir essas coisas inomináveis para as palavras. Mas escrever também é um ofício, como o de carpinteiro. É preciso conhecer a técnica, para abandoná-la. Todo grande livro é uma reflexão profunda sobre a arte de escrever. Cada livro meu tem de ser um mundo.

O livro “Partículas Elementares” e o Brasil

Michel Houellebecq

Há algo bastante sedutor no livro “Partículas Elementares”: a lucidez de seu autor, Michel Houellebecq.

Bruno ofereceu um cálice de pineau à católica. “Como te chamas?”, perguntou-lhe. “Sophie”, foi a resposta. “Não danças?”, continuou ele. “Não, não gosto das danças africanas, é demasiado…” Demasiado quê? Compreendia a perturbação dela. Demasiado primitivo? Evidentemente que não. Demasiado ritmado? Já estava no limite do racismo. Decididamente nada se podia dizer sobre aquelas danças africanas idiotas.

Pobre Sophie, tentava fazer o melhor possível. Tinha um belo rosto, com os cabelos pretos, olhos azuis, a pele muito branca. Devia ter seios pequenos, mas muito sensíveis. Era certamente da Bretanha. “Tu es bretã?”, perguntou ele. “Sim, de Saint-Brieuc!”, respondeu ela com alegria. “Mas adoro as danças brasileiras…”, acrescentou, na tentativa, com certeza, de fazer-se perdoar por não apreciar as danças africanas. Não era preciso mais para irritar Bruno. Começava a encher o saco dessa estúpida mania pró-Brasil. Por que o Brasil? Conforme tudo o que sabia, o Brasil era um país de merda, povoado de brutos fanáticos por futebol e por corridas de automóvel. A violência, a corrupção e a miséria estavam no apogeu. Se havia um país detestável, era justamente, e especificamente, o Brasil.

“Sophie”, exclamou Bruno com força. “Eu poderia ir ao Brasil, em férias. Passearia nas favelas, num microônibus blindado; observaria os pequenos assassinos de oito anos, que sonham em se tornar chefes de bando aos treze anos; não sentiria medo, protegido pela blindagem; à tarde, iria à praia, entre riquíssimos traficantes de droga e de proxenetas; no meio dessa vida desenfreada, dessa urgência, esqueceria a melancolia do homem ocidental; tens razão, Sophie: ao voltar, pegarei informações numa agência Nouvelles Frontières.”

Agora, boa mesmo é a crítica que ele faz à geração 1960/1970, aos “podi-crê” de 68 e demais adeptos da Nova Era e da famigerada “revolução de costumes”. Hilário.

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